jueves, 20 de noviembre de 2008

La cadena del amor.


Curioso día el de hoy, sin duda.

Para variar, vagaba yo por el mundo de los humanos observando y analizando las calles y todo lo que en ellas hay, cuando dos personas llamaron mi atención.

El molesto ruido del claxon de los coches o el estrepitoso sonido que emitía el motor de las motos no lograban hacer desaparecer ése aura de paz que los envolvía.

Sus brazos enlazados, el compás armonioso de su caminar, sus miradas llenas de cariño, sus sinceras sonrisas, eran una muestra clara y concisa del amor que se profesaban.

El paso del tiempo y sus dificultades no habían logrado separarlos. Al contrario, habían hecho más fuerte el lazo de su amor.

Porque, ¿es que acaso no se crece uno en la debilidad?

Ellos eran la clara prueba de que la respuesta era un indudable sí.

Ella, con el rostro arrugado, sus sensuales curvas perdidas, su abundante cabello desaparecido, los labios maltratados por el paso de los años, seguía siendo bella a los ojos de su marido. Y no era necesario hablar con él para saberlo, bastaba con prestar atención a las miradas y palabras que le dedicaba.

Él, perdido ya su atractivo varonil, sus músculos caídos, su tez reseca y áspera, sus manos rudas y deterioradas por el trabajo, seguía siendo el hombre más apuesto para ella. Seguía atrayéndola como la primera vez, porque a pesar de que la belleza física había sido arrastrada con el paso del tiempo, permanecían sus virtudes. Aquellas que una vez la enamoraron y que la habían mantenido, y la mantenían, unida a él para el resto de la eternidad.

La gente al pasar, niños y adultos, los observaban con detenimiento. Y a muchos, por no decir a todos, se les escapaba una tierna sonrisa o un sutil suspiro. Incluso me atrevería a afirmar que a la mayoría les invadía el mismo deseo fugaz de vivir una vejez similar.

Seguí mi camino con la misma sonrisa bobalicona, sí, aquella que relucía en los rostros de aquellos que presenciaban la escena, pintada en mis labios. Al pasar frente a un callejón me detuve. Allí, arropados por la oscuridad, otra pareja vivía su propia historia de amor.

Se entregaban el uno al otro, como si la vida les fuese en ello, a la pasión. Sin embargo, algo fallaba en la escena.

El fuerte cuerpo de él la aprisionaba, impidiendo el paso del aire entre ellos, dañando el débil cuerpo que se hallaba preso entre él y la pared.


Cuando sus labios se separaron, ella aprovechó para hacerle saber que le estaba haciendo daño.

Pero él no se separó. Simplemente, volvió a besarla, con más rudeza, con más ansiedad. Como si su propia existencia dependiera de lo que había más allá de los labios de ella.

Ella, dominada por la fogosidad de su compañero, ahogó un grito de dolor cuando él le cogió de los cabellos con fuerza y la atrajo más hacia su cuerpo, si cabe, para profundizar el beso. Mientras con la mano que le quedaba libre la acariciaba sin pudor por doquier donde le apeteciese. Y ella lo permitía, más por miedo a replicar, que por placer a ello.

Pronto, como era de esperar, empezó a sentirse mareada. No había espacio para que sus pulmones se llenasen de oxígeno y él casi no le daba tiempo para respirar entre beso y beso.

Si no paraban durante unos segundos, tan sólo un instante, acabaría desmayándose irremediablemente.

Lo empujó levemente, con suavidad y cariño, para hacerle saber, en una petición silenciosa, que necesitaba un poco de espacio.

Pero él la ignoró.

Volvió a intentarlo, esta vez con un poco más de fuerza.

La reacción fue la misma.

Una sensación de agobio y ansiedad se apoderó de ella. Necesitaba espacio.

No era un capricho; era una necesidad.


Alterada, empujó con todas sus fuerzas al cuerpo que seguía encima de ella impidiéndole algo tan vital como la simple acción de respirar.

Cogió varias bocanadas de aire y sintió como la ansiedad iba desapareciendo, dando a su vez lugar a la calma.

Calma que duraría poco. Era perfectamente consciente de ello. Probablemente ahora comenzaría una intensa discusión que bien sabe Dios cómo acabaría.

Levantó sus ojos y no se sorprendió de la ira que empañaba los azulados ojos de él. Aquellos que en su día la habían hechizado y que aún la mantenían presa, sin intención alguna de dejarla marchar.
Sin más, se limito a coger aire de nuevo y esperar, con inusitada paciencia, a que explotase la furia de su compañero. Me alejé del lugar cuando los gritos empezaban ya a oírse.

Inevitablemente, mi mente dio rienda suelta a aquellas cuestiones que de boca de muchos había oído ya y que, en contables ocasiones, habían despertado mi interés.

El amor, un sentimiento extraño. No contiene la simplicidad de la amabilidad, a pesar de que la misma amabilidad contiene una fuerte connotación de cariño, de amor. Se identifica con el fuego, elemento de la pasión, de la locura. No tiene definición. No sigue ninguna regla. Es efímero, para algunos. Eterno para otros. Un juego para muchos, un compromiso para otros tantos.

Es respeto y descontrol al mismo tiempo. Coherente e incoherente a la vez. Crea incertidumbre, alegra corazones. Rompe ilusiones, genera esperanzas.

Tantas contradicciones juntas. Tantas fases, tan poca vida.

¿Cómo definir un sentimiento así? ¿Hay algo que se le asemeje?

Como ya os he dicho, hoy ha sido un día curioso. He visto dos caras de un mismo sentimiento, de una misma realidad.

Por un lado, el amor puro. Aquél que se asemeja a la calma que llega después de una tempestad. Aquél amor que se fundamenta en el respeto, en el cual ha muerto la pasión pero ha permanecido el cariño, la confianza, el conocimiento.

Por otro lado, el amor inexperto, el amor prematuro. Aquél que genera relaciones tormentosas, mantenidas tan sólo por el hechizo que crea en los corazones jóvenes la peligrosa combinación entre el deseo y la pasión.

¿Cuál es el válido? ¿Cuál es mejor?

¿No son ambos necesarios, complementarios?

¿Quién no ha vivido la inocencia del primer amor? Tan puro, tan esperanzador. Tan desolador.

¿Quién no ha experimentado los impulsos del deseo? ¿Quién no ha cedido a caer en las redes de la pasión? ¿Quién no se ha dejado llevar, alguna vez, por la locura y sus ideas?

¿Y quién no vivirá, si no lo ha vivido ya, la estabilidad de un amor crecido en los años? Donde la confianza inunda el ambiente, el respeto es patente en cada gesto, y el cariño baila en las miradas. ¿No es acaso, éste, también amor?

Actualmente, los humanos, en vuestra sociedad vendéis el amor prohibido. Dejando de lado los demás o simplemente quitándoles atractivo, importancia.

Y ello me lleva a pensar en aquella metáfora que de algún viejo amigo oí una vez. Aquella que dice que si en una cadena quitas un eslabón, la cadena queda incompleta e incluso puede llegar a romperse.




Simplemente, pensad en ello.


Atentamente,
Moira.

3 comentarios:

Judit dijo...

Azahara, m'ha encantat enserio. L'únic és que penso que la història de la parella jove potser és masa exagerada en relació a la gran. Penso que la teva història convida a fer una reflexió envers la moral de la vida actual; crec que això és molt bó per un escritor, el fet de que de els teus lectors reflexionin per haver llegit la teva història, has provocat alguna sensació en ells i al cap i a la fi és això el que fa veure si un escriptor és bó o dolent. Trobo molt bona idea que aquest ésser d'un altre món narri el text, és original.
Per mi tens moltes possibilitats.

Anónimo dijo...

Yo creo que el error es querer definir todo. Hay cosas que no se pueden definir. Hay gente que se empeña y se empeña en definir cosas como el amor. Y quizás por eso hay tantas versiones del amor y algunas muy erroneas. Se han perdido muchos valores de las palabras y la gente ahora no sabe distinguir el significado de las palabras y eso crea muchas confusiones y errores como definir el segundo caso el de la pareja jovén como amor. Es solo mi punto de vista en cuanto al significado del texto. El texto en sí esta muy redactado como siempre Moira. Las ideas muy claras y bien expresadas. Un consejo para tí, escribe algo un día que haga estrujar nuestras mentes. Un beso

Anónimo dijo...

No tengo palabras.
Para mí es de los mejores textos que has escrito.
Me encanta la manera en como defines el concepto "amor". Es realmente difícil de explicar, a veces tan puro y a veces tan pasional...supongo que habrá momentos de todo...o quizá no ;) .

Sigue así...creo que me enganchan tus historias...

Rak.